Mahamudra o “Gran Sello” es un sistema
de meditación sobre la naturaleza de la mente que pretende la
iluminación, es decir, la completa eliminación de la apariencia y de los
obstáculos que impiden la realización trascendente. Asimismo,
constituye el medio por el cual se pueden llegar a alcanzar, desde una
perspectiva conceptual, todas las virtudes que permitan, no sólo el
propio desarrollo interno, sino también el desarrollo de todos los seres
sintientes.
La aproximación a la meditación
Mahamudra, así como su pleno logro, no implica una compleja preparación
previa a la hora de su práctica. Cualquier aspirante al Conocimiento
Último puede acceder a las técnicas que entraña el Mahamudra, siempre
que su objetivo y motivación sean genuinos y exista una firme voluntad
de realizar un esfuerzo disciplinado. Sin embargo, sí es necesario
comprender a fondo el significado de las Cuatro Contemplaciones – la Valiosa Vida Humana, la Muerte e Impermanencia, el Karma: causa y efecto, y el Sufrimiento del Samsara – , así como las Cuatro Condiciones – la Condición Causal, la Condición Principal, la Condición Objetiva y la Condición Inmediata –. Este conjunto de enseñanzas constituyen los fundamentos que aportan la certeza y el reconocimiento de lo adquirido.
La esencia de las enseñanzas de
Mahamudra no puede hallarse en textos específicos, sino que se encuentra
encarnada en un maestro espiritual, capaz de guiar al que medita a
través de determinadas instrucciones orales, hasta la plena experiencia
interna y comprensión del conocimiento transmitido de forma teórica.
Esta estrecha relación entre maestro y discípulo de hecho se mantiene
hasta que este último adquiere este saber de forma directa y en su
sentido profundo. Cuando esto ocurre, el propio maestro incluso puede
autorizar al practicante a continuar impartiendo la esencia de esta
práctica, manteniendo así viva la transmisión original del despertar
interno.
El conocimiento genuino y trascendente que aporta el Mahamudra es un conocimiento absoluto que trasciende incluso el concepto de Verdad, ya que, aunque por sí mismo no es nada, bajo distintas condiciones se convierte en cualquier cosa. Desde el punto de vista de la existencia, como desde el de la no existencia, es un conocimiento eterno, sin principio ni final, sin diferenciaciones dualistas. Asimismo, libre de los posible ocho principios concluyentes (origen, aniquilación, eternalismo, nihilismo, singularidad, pluralidad, ir y venir), se encuentra más allá de la confusión y se define como la Nada. Aun así, posee todas las características causales de ser realizado directamente por medio de la iluminación mística, capaz de reconocer la espiritualidad tal como es en sí misma.
Teniendo en cuenta todo esto, es
lógico deducir que la base del Mahamudra radica en el trabajo con la
mente, que es la que alimenta la idea de la individualidad y la que por
tanto oculta la verdadera naturaleza del Ser. De hecho, el logro de
Mahamudra consiste precisamente en reconocer la inexistencia de la mente
y con ello de la manifestación objetiva a que ésta da lugar, con la
consiguiente experiencia interna de lo que uno es en realidad.
La mente, como un espejo, es capaz de
devolver el reflejo de cualquier tipo de imagen, investigándola y
analizándola para ser capaz de comprenderla. Sin embargo, pese a su
lucidez para tener conciencia clara de los objetos que percibe, no puede
llegar a conocer la verdadera esencia de estos. Es más, si uno tratara
de buscar este espejo, nunca podría hallarlo. Es como si éste fuese
transparente.
Dicho en otras palabras, en su aspecto individual, la mente se ve afectada por las emociones y los apegos cuando se enfoca interiormente hacia el ego, y detalla y pormenoriza los objetos percibidos cuando se vuelve hacia el exterior a través de los cinco sentidos. Esta doble perspectiva de la mente desemboca en la confusión de la apariencia dual del sujeto y el objeto, una confusión que también surge al comparar el estado de la vigilia con el del sueño. Así, la realización trascendente de las diversas manifestaciones de la mente conduce a la certeza de que ésta en sí misma no es más que otra apariencia subjetiva sin realidad evidente.
Dicho en otras palabras, en su aspecto individual, la mente se ve afectada por las emociones y los apegos cuando se enfoca interiormente hacia el ego, y detalla y pormenoriza los objetos percibidos cuando se vuelve hacia el exterior a través de los cinco sentidos. Esta doble perspectiva de la mente desemboca en la confusión de la apariencia dual del sujeto y el objeto, una confusión que también surge al comparar el estado de la vigilia con el del sueño. Así, la realización trascendente de las diversas manifestaciones de la mente conduce a la certeza de que ésta en sí misma no es más que otra apariencia subjetiva sin realidad evidente.
Otra aproximación a este punto desde
la perspectiva del Mahamudra parte de la descripción de la mente como la
manifestación de una sensación pura en la Nada, definida ésta como una
realidad inefable y radiante, libre de las tres condiciones
(apariencias, símbolos y posibilidad de experiencias), plenamente
trascendente, más allá de los cuatro tipos de gozo.
Con el logro del Mahamudra, la
experiencia de esta Nada impenetrable es de tal alcance, que cuando, a
través de la práctica de la meditación, uno llega a la quietud plena de
la mente, lo ve todo en sí mismo. Se trata de una sensación brillante de
comprensión intuitiva, vacía de contenido conceptual y por lo tanto sin
soporte de pensamientos o palabras. Con ello sobreviene la iluminación
mística, el estado en el que ya no existe objeto alguno en que meditar,
pero en el que de forma inherente aparece la compasión ilimitada hacia
todos los seres sintientes.
Así, pese a que, sin necesidad de
hacer nada excepcional, el Mahamudra logre la meta más elevada de todas,
Ser lo que uno nunca ha dejado de Ser, requiere un proceso de
maduración interior que obliga al practicante a detenerse en los
aspectos primordiales de la esencia humana.
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